“¿Se supone que debo decirte muchas cosas? Mira cómo me tienes… ¡Oh, sí! No puedes ver…
No sé como llevo aguantando esto.
Caigo en lo mismo, osea tú... Y lo odio.
Una vez dijiste que lo que te dije te hacía ver a la gente que realmente se acuerda de ti, a la que le importas. Bien, ahora entiendo que tú no haces lo mismo.
Y pienso que tiene cierto grado de descaradez el que hayas pedido perdón aún antes de cometer el error. Como si lo predijeras, cómo si lo estuvieras planeando o te conocieras lo suficiente para saber que nunca me responderás de la misma manera.
¿Sabes? Tal vez ni siquiera merezcas todo esto.
Y luego me pongo a pensar “Pero si tú no me debes nada”…
Aún así se suponía que algo bueno debía merecer.
Y luego me pongo a pensar “Pero si tú no me debes nada”…
Aún así se suponía que algo bueno debía merecer.
Aceptémoslo, tú ya no me recuerdas tanto cómo yo a ti”.
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